Donald Trump, para muchos la encarnación de los defectos de la política, para otros el gran guía contra la conspiración judeo-masónico-comunista. Donald Trump, aquel magnate promotor de Miss Mundo, aficionado a aparecer en series y películas de moda, aquel hombre que llevaba ese tan admirado por su extravagancia, pero burlado a la vez. Nadie apostaba por él, ningún medio de comunicación en aquellas primarias, mencionaban a Trump como alguien serio para ocupar la presidencia de la que era la Primera Super Potencia Mundial, Estados Unidos.
Pero Trump, gran conocedor de los medios de comunicación, advirtió a sus oyentes, que esos medios también formaban parte de la conspiración. Y los oyentes, ya decepcionados con las falsas esperanzas que dio Obama, lo creyeron, porque toda la vida, las injusticias, la política les parecía una conspiración contra ellos. Y así se comenzó a escuchar a Trump, y Trump lo sabría, pero hacía como que no, pero, eso sí cambiando su discurso hasta llegar a niveles muy extravagantes, tanto como su pelo. Finalmente, con mucha oposición dentro del ala moderada del Partido Republicano, Trump se convierte a candidato a la presidencia por parte del Partido Republicano.
En la carrera a la Presidencia, se enfrenta a un gran coloso, aquella parte de la conspiración según Trump, la demócrata mujer de un expresidente, Hillary Clinton. Hillary era el símbolo de la continuidad de una clase política ya tradicional pero que a ojos de la población, era muy distante a sus intereses, por lo que perdieron credibilidad, entre ellos, la propia Hillary, accionista de una gran empresa de armas que obtuvo pingües beneficios supuestamente con las Guerras de Siria y de Libia, claro, conspiraciones y corrupciones así, son el origen de que los oyentes crean las palabras de Trump o al menos, las duden, sin negarlas rotundamente. Trump superó a Hillary, saltándose cualquier norma, el deseo de muchos oyentes, saltarse las normas, debido a su precaria o estresante situación.
2016 trajo al S.XXI el Trumpismo, esa forma de hacer política sucia, donde el Presidente Trump, tras cuatro años de política exterior arancelaria y con acercamiento a países autoritarios como Corea del Norte o Rusia. Una política exterior que mira hacia Estados Unidos, acabando así con la política de Nuevo Orden Mundial que fundó el expresidente republicano George W. Bush, creador de la ilegal Guerra de Irak, según la ONU.
El Trumpismo, además, tiene sus variantes nacionales o admiradores internacionales, Vox en España, Duterte en Filipinas, Bolsonaro en Brasil, AMLO en México, etc. Además abarca grandes grupos religiosos, que forman la mayor parte de su apoyo, de ahí la foto con la Biblia, dando esa imagen de conservadurismo mezclado con la devoción que tan parecido es al sentimiento de algunos sectores ideológicos norteamericanos. Además su racismo, gran insignia de su presentación como candidato a presidente fue la intención de construir un Muro entre México y Estados Unidos, ni con ello, se quita apoyo de latinos que en su mayor parte son exiliados venezolanos o cubanos que escuchan con atención las advertencias del Presidente Trump a los regímenes castrista y chavista. Trump toca hablando todos los sectores, pero el fin de su política es él mismo, quizás crear una dinastía, de ahí podríamos ubicar, los no demostrados rumores de que el Presidente en funciones Donald Trump quería que su hija Ivanka Trump, se convirtiese en la primera mujer Presidenta de los Estados Unidos.
Aunque de momento, otra mujer tiene más posibilidades lógicas de serlo, una mujer con distinto color de piel a Ivanka, Kamala Harris, vicepresidenta electa, que representa el ala más moderada de los demócratas, calmando así los ánimos de los seguidores del izquierdista estadounidense Barney Sanders.
Trump, perdió las elecciones, pero no el poder, ni las ganas de mantenerlo. Hay vacíos legales en las constituciones, Hitler lo demostró. Y Trump lo aprendió. Si no se oficializan unos resultados de las elecciones antes del 8 de Diciembre, los cargos de electores, es decir, los representantes que eligen al próximo presidente, serán repartidos conforme a los resultados de 2016, es decir, ganaría Trump.
Mientras Biden, aquel hombre tan tranquilo y delicado, pide calma, tan sólo Trump, está dando un Golpe de Estado en Estados Unidos, pero pide calma, no sucede nada, aunque sea él mismo el que aparente más perdería, pero en sus apariciones hace muy bien el papel de desigualdad ante las estocadas que se están arremetiendo a no ya la democracia estadounidense, sino a la DEMOCRACIA.
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